jueves, 20 de mayo de 2010

La zona cero de Bangkok

El olor a neumático quemado me recordó a un circuito de carreras. A unos 700 metros del distrito comercial de Bangkok, el aire ya estaba impregnado del olor ocre de los incendios provocados por los camisas rojas. Sorprendentemente, los soldados nos dejaron pasar esta mañana hacia la zona cero. El centro comercial Central World, con las entrañas carcomidas por el fuego, corre el peligro de derrumbarse.

Los cachivaches desparramados de los manifestantes ilustraban el caos de la víspera, cuando los militares tomaron el campamento disparando a discreción. Los líderes anunciaron su rendición. Pero los cachorros del movimiento se envalentonaron. Y comenzaron los disturbios. Comenzaron a romper los cristales de los escaparates y empaparon de gasolina los restaurantes y tiendas de lujo.
 
Momentos antes, estuve a punto de entrar a la zona del campamento con mi amigo Ángel y un periodista de la radio catalana. El silencio era abrumador. Unos metros más adelante se escuchaba el eco de música rock. El humo envolvía los raíles del tren elevado. En cuanto los soldados armados con subfusiles de fabricación israelí comenzaron a tomar posiciones y disparar, nos dimos media vuelta.

 
Esta mañana paseé por entre los restos del campamento. Una elegía a más de dos meses de protestas. Las manoplas rojas con silueta de pie, esterillas y cazuelas alfombraban el asfalto. Demasiada destrucción para creer los quince muertos que dice el Gobierno. Según las cifras oficiales, en la última semana han muerto más de 50 manifestantes. La mayoría por los disparos del Ejército.

 
Se dice que Kant desglosaba un argumento en una cuartilla y en la otra cara escribía su contrario. Así ejercitaba su capacidad de raciocinio. Yo siempre he usado con reticencia los peros, los "por el contrario" y las excepciones. Pero siempre caigo en ellos con un vicio irrefrenable.

 
Los rojos han cometido también muchos errores. El primero, mentir. Tras negarse rotundamente, aceptaron la celebración de elecciones en noviembre. Luego lo volvieron a rechazar. Uno de los líderes, el doctor Weng, me aseguró que la no violencia era un mandamiento irrenunciable de los camisas rojas. Ayer demostraron lo contrario.  

 
La propagada es connatural al Ejército. Esta mañana había un camión militar con altavoces en los que sonaba música pop. Es su estrategia para calmar a la población. El mensaje es: "Estamos para protegerte". No me lo pareció cuando los francotiradores hacían blanco en las cabezas de los manifestantes, la mayoría desarmados.

 
No me fío de los soldados. Y menos cuando se encuentran en mitad de una ofensiva militar en una megaurbe como Bangkok.

 
El miedo es irracional. En ocasiones hasta el punto de que no surge cuando vives situaciones reales de peligro. Al fotoperiodista italiano lo mataron en el Parque Lumpini. Trató de bordear el recinto para entrar llegar al campamento de los rojos. Pero se vio atrapado entre los dos fuegos. Yo tuve la misma idea unas dos horas antes. Llegó mi amigo Ángel y decidí quedarme en la retaguardia de los militares.

 
Por la mañana, algunos manifestantes recogían sus enseres para volver a sus hogares. Los autobuses partían llenos de gente humilde del norte y noreste. "Volveremos", decían algunos. ¿Un amenaza real o los últimos estertores del guerrero?

No hay comentarios: