domingo, 6 de diciembre de 2009

Viejos vicios y virtudes del periodismo

Dicen que la segunda profesión más antigua del mundo es el periodismo, o la comunicación de viajes o hechos que ocurren en la distancia, como queráis llamarlo. La primera, casi todo el mundo la conoce.
El periodista y escritor inglés James Fenton escribió en 1988 un libro ("In All Wrong Places") sobre sus experiencias en Vietnam, Camboya y Filipinas entre 1975 y 1986, años en los que presenció cambios radicales en los tres países. Me ha encantado los gajes del oficio periodístico que describe en distintas páginas. Parece que algunas costumbres se conservan casi intactas a lo largo de los años, incluso en estos años de revolución digital, y otras no tanto:

"Por trabajar como reportero, quiero decir algo que precede al periodismo -la actividad fundamental-. Aquellas "narrativas" de siglos previos, fundadas en publicaciones como panfletos o revistas, a menudo tenían su origen en actividades naturales y de carácter funcional. Un mercader inglés en Lisboa escribe a su madre y le cuenta sus experiencias de un terremoto. Un misionero informa a la oficina de Londres sobre la macabra muerte de dos compañeros. Un capitán de barco relata un viaje plagado de peligros (...)

"El periodismo se vuelve innatural cuando se desvía demasiado de estos orígenes. Es increíble qué cantidad de material se queda sin publicar porque los periodistas se niegan a escribir sobre algo porque eso implicaría que han estado presentes durante los hechos que describen. Y no sólo presentes, sino vivos, conscientes y con un punto de vista".

Fenton critica más adelante la manía de algunos medios de ocultar al periodista que observa los hechos en el artículo:

"Bajo las normas del periódico, no podía decir: Yo vi eso, o hice aquello (...)

"Pero estas normas fueron inventadas, décadas atrás, por viejos horribles obsesionados con la idea de preservar una escritura objetiva. Y estos horribles viejos delegaron su forma de escribir a jóvenes que nunca se hubieran convertido en horribles sin entrenamiento, y estos tipos siguen haciéndonos la vida tan horrible como pueden. De los autores de los libros de estilo de estos periódicos, uno podría decir, como Blake escribió sobre Reynolds: 'Este hombre fue contratado para deprimir el Arte'"

Unas cuantas páginas más adelante, Fenton habla sobre la costumbre de algunos editores en agregar adjetivos o incluso frases enteras para aumentar la intensidad del relato:

"Los periodistas trabajando sobre el terreno para esas revistas solían sentir vergüenza de encontrarse con sus colegas por los crasos errores insertados en sus historias. Para evitar tales bochornos, Newsweek deja perfectamente claro que el hombre sobre el terreno sólo ayuda a alguien en la oficina, cuyo nombre figura primero. Ocasionalmente, si un reportero realiza algo espectacular, le dejan contar los hechos tal como los vio. Pero esto es un gran honor".

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