martes, 15 de diciembre de 2009

Frivolidad y muerte en Filipinas

En la epicúrea isla de Boracay, livianas bellezas de 80 países presumían de palmito en la playa y sudaban la gota gorda ganar un frívolo concurso de belleza con ínfulas de causa ecologista, Miss Tierra. Corrían finales de noviembre, pero en estas latitudes no entienden de estaciones frías. Tres días más tarde, 57 personas morían a manos de unos asesinos a sueldo en la isla de Mindanao. Violaron y torturaron a todas las mujeres antes de perpetrar la matanza. Dos episodios que representan las dos caras de un mismo archipiélago: Filipinas, la antigua colonia española.

Decía un periodista de Associated Press que en Mindanao ocurren tales masacres porque hay mansiones defendidas por ejércitos privados. Quizá lo peor de Filipinas no sea la pobreza y la miseria de millones de personas, sino la sociedad feudal que sustenta este estado de cosas. El clan de los Ampatuan ejerce su poder omnímodo en la provincia de Maguindanao. El cabeza familiar, Andal Ampatuan es el gobernador y sus parientes, que han llegado a dar nombres a algunas ciudades, dirigen la mayoría de los ayuntamientos.
 

La masacre se desencadenó cuando otra familia se atrevió a desafiar el poder de los Amaptuan. Andal Ampatuan Jr., el primogénito, dirigió una columna de su ejército contra el convoy electoral donde viajaban familiares y periodistas del candidato opositor Esmael Mangudadatu.
 

El Gobierno filipino asegura que se hará justicia y ya ha detenido al presunto instigador, Andal el joven. Pero son las autoridades las que han armado durante décadas a los clanes de Mindanao para luchar contra las guerrillas independentistas en las regiones musulmanas de Mindanao. La familia Ampatuan hizo campaña a favor de la presidenta, Gloria Macapagal Arroyo, quien consiguió casi un 100 por 100 de los votos de forma manifiestamente fraudulenta.
 

Las desgracias de Mindanao no quedan ahí. Los grupos rebeldes, terroristas y criminales comunes cometen innumerables asesinatos, extorsiones y secuestros cada semana. Mientras, sectores del Ejército se enriquecen con venta ilícitas de armas y otros tejemanejes. Ni siquiera las cárceles son serias. Las escapadas masivas ocurren estacionalmente, casi con regularidad.
 

En 2008 viajé a la ciudad de Cotabato, enclavada dentro de Maguinadanao pero independiente de esta provincia. Mi estancia, bastante corta, se limitó a emborracharme con cerveza San Miguel (la filipina, no la española) con un gallego extremadamente leído y bebedor incansable, Antonio. Recuerdo que celebramos su cumpleaños y vino un coronel filipino escoltado por cerca de veinte soldados. Supongo que me contó cosas muy interesantes de Mindanao. Yo sólo recuerdo que dejé de interesarme cuando se resistía a contarme si estaba casado o tenía una novia en cada puerto. El resto de la noche la pasé cantando en karaoke con mis nuevos amigos filipinos. 

 




Es decir, que si no hubiera leído todo lo que escribí más arriba. Mi imagen de Mindanao sería muy diferente. La mujer de Antonio me comentó algo de unos gobernantes déspotas y atrabiliarios. Quienes vivían con los privilegios y la impunidad de señores feudales. Pero me sonaba demasiado lejano, en mi castillo de tercios de cerveza.

1 comentario:

natalia_paperblog dijo...

Buenos días,

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