viernes, 6 de noviembre de 2009

Piercings desmesurados para honrar a los dioses

Hola. Bienvenidos a Phuket, la hedonista isla de Tailandia. ¿Quién no conoce sus paradisíacas playas? Sin embargo, muy pocos han visitado unos de sus rituales más originales y estremecedores: el festival vegetariano.

El festival comienza de madrugada en los templos chinos que abundan en la ciudad. Al son de los tambores, decenas de jóvenes se agujerean los rostros con todo tipo de objetos. Espadas, cadenas, sombrillas o largas escopetas. Estos espectaculares piercing sirven para rendir homenaje a alguno de los incontables dioses chinos, por los que son poseídos en este ritual.
Algunos llevan su fe hasta el extremo y se infligen cortes en la lengua con un machete o hacha.

Los orígenes del Festival Vegetariano de Phuket se remontan a 1825. Un grupo de teatro ambulante se encontraba en la isla para entretener a los compatriotas suyos que trabajaban en las minas. Un día, los cómicos cayeron enfermos y se recuperaron milagrosamente. Al ser preguntados por los locales, respondieron que habían seguido una dieta estrictamente vegetariana y se habían encomendado al emperador de los dioses.

Los chinos de la diáspora, los que huyeron de las hambrunas chinas sobre todo en el siglo XIX, han evolucionado de distinta forma a sus parientes de China. Tras las represiones ocurridas durante la revolución cultural, Mao Tse Tung se empeñó en borrar toda manifestación religiosa o intelectual no dedicada en cuerpo y alma al comunismo. Así, los turistas chinos quedan tan absortos ante la procesión de poseídos como cualquier otro extranjero. 

Las autoridades chinas tratan ahora de recuperar parte de su legado milenario, como la filosofía de Confucio. Aunque no creo que se decidan a llenar sus calles de jóvenes atravesados con espadas y mutilándose la lengua. O quizá sí, depende del beneficio económio. Já.

 Durante este festival religioso, los creyentes se alimentan estrictamente con una dieta vegetariana y observan diez normas especiales, que incluyen la abstención de sexo y de alcohol, así como vestir de blanco.

Los participantes aseguran que no sienten dolor. Según ellos, los dioses se introducen temporalmente en sus cuerpos para comunicarse con el resto de la comunidad. Tras exhibir semejante espectáculo, los participantes vuelven a ser las personas tranquilas y hospitalarias de siempre. Y por muy violento y sangriento que sean altunas partes del ritual, familias con niños de todas las edades son puntuales todos los años para ver la procesión.

Aunque la mayoría de los tailandeses de origen chino sólo hablan tailandés, la lengua de sus antepasados está presente en las pancartas y en las canciones emitidas desde altavoces a lo largo de la marcha.

Hogares y tiendas colocan altares delante de sus puertas para recibir la bendición de los dioses a través de los poseídos, ataviados con capas y un látigo que restallan de contra el suelo. Miles de petardos son explotados en torno a los tronos donde los voluntarios portan a sus dioses. Cuanto más ruido mejor, ya que espanta la mala suerte.

Al volver al templo, los dioses abandonan los cuerpos de los devotos penitentes, que quedan exhaustos. Su tarea está cumplida. Los dioses serán benévolos con los vecinos de Pukhet.

Abajo un vídeo con los momentos más estelares: 



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Fiesta ibicenca a la tailandesa !!!
Me ha encantado, sobre todo el video.

marc dijo...

Que bestia....