lunes, 19 de octubre de 2009

La triste historia de Prakanong (y su final crematístico)

Las historias más solemnes a veces terminan convirtiéndose en Tailandia en asuntos lúdico-festivos. Así ocurre a los ojos de un farang (extranjero) como yo. Los templos son lugares de culto sincrético, donde igual un monje de naranja medita ante una figura de Buda que un jugador empedernido evoca su suerte en un tronco espiritual.

El otro día fui a visitar un templo en pleno corazón de Bangkok atraído por la luctuosa historia de Mae Nak Prakanong. Esta doncella tailandesa vivió en el siglo XIX, bajo el reinado de Rama III, cuando la capital tailandesa era conocida como la "Venecia asiática", por la cantidad de canales que surcaban la ciudad. En el templo, me encontré una especie de rastrillo de juguetes y vestidos de mujer y una marabunta de vendedores de lotería. Mucho comerciante en un lugar tan santo.



                                         Altar en honor de Mae Nak Prakanong



Cuenta la leyenda, verídica para muchos tailandeses como el relato del Cid Campeador para los españoles, que Prakanon murió un día estando encinta. Volvió del mundo de los muertos para convivir con su marido, quien desconocía que su esposa había fallecido. El fantasma con apariencia humana coaccionó a los vecinos para que no revelaran la verdad a su marido. Algunos extraños sucesos despertaron sospechas en el hombre, que veía cómo la joven alargaba sus miembros de forma inaudita o sobrevolaba sobre el suelo.

Ante la alarma social que desató el espíritu de la miserable Prakanon, un monje santo del lugar decidió hacer algo. Consiguió que el fantasma volviera al mundo de los muertos, al invocar el nombre de Buda, el "Iluminado". Los aldeanos respiraron con alivio cuando se marchó, pero también sentían una gran congoja por la suerte de la bella joven. Esta pena se convirtió en cariño y, más adelante, en veneración. Fabricaron una imagen de Prakanong y la situaron en un altar para que todos pudieran acudir a rezar y pedir favores.

Muchas jóvenes solicitan a Prakanong un buen mozo para casarse. Pero la petición más popular es el número ganador de la lotería, que los creyentes sacan de una vasija de bolas o vislumbran en el tronco de un árbol.

"He venido para que toque la lotería. Así podré pagar los estudios de mi hijo", me dijo Duangporn Poochitpakorn, quien acudió al templo con una compañera de la oficina donde trabaja. "Si no consigo el número ganador pues lo intentaré otra vez. El secreto está en la fe. Cuanto más crees, más posibilidades tienes de éxito".

La  mayoría de la gente visita el templo los dos días previos al 3 y 16 de cada mes, que es cuando se sortea la lotería. Se acercan al lugar de noche, bajo la tenue luz de las escasas estrellas que permite la polución y el sonido de los insectos y las ranas del canal. Se respira una paz casi sepulcral y diáfana.


                   Unas jóvenes frotan el tronco para que les revele el próximo número ganador de lotería.


Los creyentes realizan un ritual solemne. Colocan incienso, velas y flores frente al altar de Prakanong; rezan de rodillas y realizan sus peticiones con devoción. Luego aplican papel de oro sobre la imagen de Prakanong, que sostiene a su bebé en brazos. De la pared cuelgan varios retratos, que muestran a una joven de mirada serena, piel nívea y cabellos oscuros.
Hay una gran diversidad de formas de obtener el número de la suerte. Unos frotan el tronco de un árbol, otros la superficie de una barca o sacan unas bolas de ping-pong numeradas de unas vasijas. A continuación, se dirigen a la puerta y adquieren sus boletos de lotería. Si resultan ganadores, volverán al templo y le comprarán un vestido al espíritu de Prakanong y juguetes para el niño. Eso sí, sólo si resultan ganadores.

Las atracciones esotéricas del templo no acaban ahí. También aloja el cadáver inmarchito de un bebé que fue desenterrado en la parte trasera de la vivienda de Prakanong (donde creen que vivió). Allí, los visitantes agitan unos cilindros hasta hacer caer tres varillas numeradas. En otro rincón del recinto, algunos espejos y figuras quebradas han sido depositadas por sus dueños. Da mala suerte conservarlos en casa. Otros prefieren que un vidente les lea el futuro en las cartas. Por cierto, en el templo también hay figuras de Buda..., y alguna otra del dios indio Ganesh.

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