sábado, 29 de agosto de 2009

Chocolate, lagartos y pesadillas

La otra noche sufrí una pesadilla horrible. Me arrancaba un extraño y largo pelo de la oreja. Pesaba y lo tiré al suelo. Tras descansar un rato en un sofá cama azul, el mismo que había en mi casa hace muchos años, me fijé en el vello. Para mi horror, en la raíz del filamento colgaba una especie de placenta con un ratón en su interior que respiraba pausadamente. Aguantando las náuseas, salí corriendo para avisar a mis padres y hermanos. Nos dispusimos en torno al infame pelo. Pero ahora el ratón se había convertido en un gusano amarillo, con duras escamas y un sinfín de patas. Oscureció de pronto. Al nacer la luz de nuevo, me vi rodeado de seis o siete extraños idénticos. Sus mentones eran prominentes y las narices, grandes y ligeramente aguileñas. Unos ojillos penetrantes e inquisidores se parapetaban tras unas gafas redondas. Sus cabezas se estrechaban en el cráneo; parecía que sus cerebelos padecían de oligofrenia. Definitivamente, eran todo mentones. A su lado, Carlos II "el Hechizado" tenía la boca chica. Sus palabras sonaban amables, pero yo discernía una violenta animadversión bajo sus sonrisas inquebrantables. Afirmaban de forma vehemente y categórica, como si tuvieran que convencerme urgentemente de algo. Al despertarme pensé en dos cosas, chocolate y lagartos.

La noche anterior me zampé seis galletas de chocolate. La dura digestión debió jugarme una pala pasada. No podían ser los lagartos. Mi amiga Jenny me advirtió sobre los varanos acuáticos, lagartos de dos metros de largo que campan a sus anchas en el parque Lumpini de Bangkok. Muchos tailandeses los eluden porque piensan que son de mal agüero. Los llaman "jía", que también es un insulto muy grosero, del tipo "me cago en tu madre y todos tus muertos". La forma perfecta para empezar una pelea. El día anterior a la pesadilla, los estuve persiguiendo con mi cámara por todo el parque. Si su aura es negativa, yo ingerí más de la que pude asimilar.

No obstante, me apena culpar a los pobres reptiles por mis pesadillas. Como me dijo una señora retirada, algunos tailandeses prefieren pensar que los varanos también atraen la buena fortuna. Los tailandeses son muy supersticiosos, pero no se conforman con los malos vaticinios. En un giro pragmático, se dicen: "Si podemos convertirlos en animales propicios, ¿por qué seguir con el rollo de la mala suerte?".

Mientras, los varanos deambulan con paso tranquilo por el parque. Mueven graciosamente sus largas colas y palpan el aire con sus lenguas retráctiles. Se les puede ver entre los transeúntes, subidos en árboles o nadando en el lago artificial. Algunos turistas, al confundirlos con su pariente el dragón de Komodo, piensan que son agresivos. En realidad, son unos tipos tranquilos y algo fisgones. ¡El chocolate tuvo la culpa de todo!

A continuación, unos lagartos al son del tango "Habanera".


3 comentarios:

Plop dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Antonio dijo...

Llevaba tiempo sin leer tu blog, claro que tampoco tengo tiempo... Me ha gustado lo del taxista, pero el de los hijos no el que te quería pegar. Un abrazo y muy buen fucking in and out plop y eso...

Gaspar Canela dijo...

Plop, estaré encantado de encontrarme contigo cuando vengas a Bangkok. Seguro que te va a encantar este país y, si aguantas el picante, caerás rendida ante la comida tailandesa. Antonio, lo entendí todo menos lo del plop. Y soy tan mal pesado... jeje