jueves, 28 de mayo de 2009

India no es hindú

Sí. India no es hindú. La religión hindú es practicada por más de un 80 por ciento de los indios, pero no se puede asimilar a todo el país. Durante siglos, este subcontinente ha sido el hogar de millones de hindúes, musulmanes, cristianos, budistas, jainistas, sij, animistas, etc. Los primeros cristianos llegaron aquí antes de que esta religión se consolidase en Europa. Los musulmanes gobernaron el norte del país durante siglos y, mucho antes, llegaron a los puertos del sur a través de las rutas comerciales.
La partición de India y Pakistán en 1947 tuvo gran culpa de la polarización entre hindúes y musulmanes. La dolorosa ruptura provocó el éxodo de cientos de miles de personas y desencadenó varias guerras entre ambos países. Aunque India se define como una nación secular, algunos intentan asimilar su identidad al hinduismo.
Yo me encontré una vez a una universitaria española que me aseguró que "indio e hindú es lo mismo". Despiste o ignorancia, lo cierto es que subconscientemente muchos "olvidamos" que en este país también nació el budismo y el jainismo, aunque hoy sean religiones minoritarias.
La herencia musulmana hoy día en India es inexorable. Quizá el monumento más conocido, el Taj Majal, es un mausoleo construido por un monarca islámico en honor de su esposa fallecida al dar a luz a su decimocuarto hijo. Nueva Delhi tiene mezquitas más antiguas que algunas ciudades españolas. Las comunidades musulmanas han sido indias desde el siglo VIII.
Divagué por las angostas calles en torno a la mezquita Jama de Delhi. El colorido de las sedas y las alfombras persas contrastaba con el negro sucio del pavimento. Clientes hindúes y musulmanes regateaban los precios de las prendas. Como en el resto de India, la mayoría se mostraba ávida y exultante por salir en un foto. Así no había manera de recoger escenas naturales. Todo eran poses.
Finalmente desistí y me senté en una tetería con aspecto de cueva y cierto aire de tasca. Me asustó un poco el cazo mugriento en el que hervían la leche utilizando carbón como combustible. Pero pensé que, mugrienta o no, a esas temperaturas no sobreviven las bacterias. Mis experimentos gastronómicos ya me ocasionaron un día de retortijones. Allí me senté, con mi sabroso té con leche. Los parroquianos (perdón, "mezquitanos") no dejaban de observarme. Llegué a quitar protagonismo a un chaval albino moteado con parques negros por la piel y el cabello. Sus miradas revelaban simpatía y hospitalidad, no obstante.
Descubrí que el conductor de la bicicleta-taxi también era musulmán. Alam pedaleó duro para mostrarme toda la parte antigua de Delhi, con sus mezquitas y templos hindúes, jainistas y sij. Los pobres, en las bicicletas-taxis, tienen que aguantar un calor bochonorso para ganar apenas unos céntimos de euro por carrera.
India no es un país cosmopolita, donde hay personas de varias nacionalidades. Más bien es una nación donde las diferentes culturas hunden sus raíces en el corazón de su historia e identidad.
Contrasta con el caso de España, que fue hogar de tantas civilizaciones en el pasado y terminó siendo un país culturalmente casi homogéneo en la era moderna. Los reyes católicos no dudaron en exterminar o expulsar a las mayorías (o minorías) de otras culturas o religiones. Aquellos moros del Califato de Córdoba y de los posteriores reinos de taifas eran tan españoles como los vecinos de la calle Obispo Fonseca en Palencia. Se lo ganaron en siete siglos.



Limpiabotas en una calle de Delhi


Pasajeros buscan sus nombres en las listas de la estación de tren de Delhi


Niño cuela la leche en una tetería junto a la mezquita de Delhi


Detalla del Taj Majal


Taj Majal ("una lágrima en el rostro de la Eternidad", dijo Tagore)


Detalle de templo hindú


Hermanas posan a la salida del Templo de Oro en Punjab

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