viernes, 6 de marzo de 2009

De la cárcel a los Juegos Olímpicos

Cuando le colgaron 15 años por un robo a mano armada, a Amnat Ruenroeng le bullía la rabia que le bullía dentro sólo era comparable a su congoja. Las cárceles tailandesas son temidas por locales y extranjeros. No por casualidad, este país es conocido por las prostitución, sus playas y... sus masificadas prisiones. Amnat era inquilino de una de ellas por tercera vez.
De pequeño, le habían roto de pequeño alguna costilla -luego él rompió otras- peleando en combates de muay thai o boxeo tailandés. En la prisión, sus habilidades en la lucha le sirvieron para entrar en el equipo de boxeo internacional (en el que se pelea sólo con los puños). El Gobierno inició este programa hace más de diez años. ¿No es una locura enseñar a criminales a dar mamporrazos? Lo cierto es que ha disminuido la violencia en las cárceles.
"Ahora los internos tienen una válvula de escape para su agresividad, de una forma deportiva y reglada", me dijo el director de la prisión de Thonburi, Preeda Nilsiri.



Dos internos entrenan en el cuadrilátero de la prisión de Thonburi

Anmat fue ganando combates en la prisión y, en 2007, llegó su momento. Ganó un campeonato nacional de boxeo y las autoridades tailandesas le concedieron la libertad condicional cuando sólo había cumplido cuatro años de condena. La historia podría terminar aquí. Un final feliz.
Pero hay más. Ammat ingresó la selección tailandesa de boxeo. A finales de aquel año consiguió la medalla de bronce en el Campeonato Mundial de Boxeo Amateur en la categoría de peso minimosca y, en 2008, llegó a los cuartos de final de los Juegos Olímpicos de Pekín. Se obró el milagro. El endurecido ex criminal y ex toxicómano había cambiado las navajas y el papel de orillo por los guantes de combate.
Cientos de prisioneros en toda Tailandia se afanan para emular a su ídolo. Yo mismo lo vi en los ojos de los jóvenes de la prisión de Thonburi, quienes entrenaban estoicamente bajo el calor inclemente de la tropical Tailandia. Nadie hubiera dicho que se encontraban en una cárcel, excepto por los guardias y los muros de hormigón coronados por alambre de espino.
"Quiero dejar atrás todo lo malo que he hecho y dedicarme al boxeo profesional", me dijo Jirapong Junpha, a quien le cayeron tres años por consumo de anfetaminas. No te aflijas tanto, Jirapong, en Europa o Estados Unidos sólo te habrían impuesto una multa. Aquí lo separaran de su mujer y sus dos hijos por tres largos años.
Ha sabido aprovechar los dos años y medio que lleva en el trullo. El mes pasado, ganó una medalla de bronce que le puede abrir las puertas del boxeo profesional.
Komson Patangkum, quien cumple tres años por robo, se llevó otra medalla de oro en el mismo campeonato. Ahora una sonrisa se dibuja en su rostro, normalmente inexpresivo. En sus hombros, dos dragones tatuados le protegen de todo mal. Según la tradición budista.



Prisioneros descansan tras entrenamiento de boxeo

Uno se imagina una cárcel más violenta y desorganizada. La de Thonburi no se parecía a las infectas cárceles asiáticas que salen en las películas. Los internos se afanaban en limpiar los escasos jardines y reinaba un ambiente relajado. Aunque la mayoría no podían ocultar sus facciones endurecidas por la vida ilegal y los numerosos tatuajes, saludaban con sumo respeto a los guardas. ¿Puro teatro? Seguramente.
En cualquier caso, los elegidos pueden escapar del lugar con ayuda del boxeo. Salir victorioso en un campeonato, ése es el precio.
En la cárcel de Thonburi cuelga un cartel de Ammat y de otra ex convicta, Samson Sor Siriporn, quien ganó el campeonato mundial de boxeo en categoría de minimosca. Viene escrito: "Superestrellas para el mundial de londres 2012". Es el cuento de la cenicienta aplicado a criminales y drogadictos. De la cárcel a los Juegos Olímpicos.

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